Confianza Real – Un Viaje Personal de Reconexión
- Daniela Dohnert
- 5 may
- 2 Min. de lectura

La confianza en uno mismo no siempre es algo que aparece de forma constante o automática. En mi caso, fue algo que viví intensamente de niña—era valiente, directa y no tenía miedo de decir lo que pensaba, incluso frente a personas difíciles. Pero con el paso del tiempo, ciertos comentarios y experiencias comenzaron a debilitar esa confianza. Lo que antes era natural se volvió un desafío diario.
Durante muchos años, me involucré en actividades que, aunque parecían hobbies o metas externas, en realidad eran intentos de demostrarme a mí misma que sí podía, a pesar de que otros me dijeran que no. Cuando llegué al mundo del arte, me acostumbré a mostrar mi trabajo, pero sin querer escuchar mucho los comentarios. Los tomaba demasiado en serio, como si cada opinión validara o invalidara mi valor.
En los últimos años, he aprendido a hacer algo muy poderoso: reconocerme a mí misma. Cada noche, hago una pausa y me recuerdo todo lo que hice ese día. Cosas grandes, cosas pequeñas, cosas por los demás, y cosas por mí. Esta práctica me ha devuelto fuerza y me ayuda incluso a dormir mejor. Me doy cuenta de que cuando me siento más confiada, también comparto más con los demás, me vuelvo más creativa y la voz de mi crítico interno se apaga un poco.
Cuando ese crítico interno habla fuerte, lo que siento es miedo, y ese miedo me paraliza. Hubo un momento en mi vida en el que me sentía completamente desmotivada, como si ya no tuviera nada más que aportar. Lo que me ayudó a salir de ahí fue hacer un repaso consciente de todo lo que ya había logrado, las personas que ya conocía, y las posibilidades que estaban frente a mí. Me di cuenta de que podía elegir un nuevo camino. Y así nació mi carrera como coach.
Hoy todavía me encuentro con miedos, como el de hablar frente a un grupo de 200 personas interesadas en lo que hago. Pero también sé que superar eso sería una gran victoria sobre mi crítico interno. Y eso me motiva.
Si pudiera hablar con mi yo más pequeña, le diría: No te tomes todo tan en serio. Las relaciones cambian. Las personas cambian. Y lo que hoy parece gigante, probablemente no lo recordarás dentro de dos años.
Una de las cosas que más me gusta de la persona en la que me estoy convirtiendo es que ya no me aferro tanto a mis ideas fijas. Me abro a nuevas formas de hacer las cosas y me acerco a personas con las que antes no me habría atrevido.
¿Y qué necesito ahora? Más calma. Recordarme que no hay prisa, que no necesito correr. Que no tengo que compararme con ideales que quizás ni existen.
Este es el tipo de viaje interno que puede transformar no solo tu vida, sino también tu relación contigo misma. Si estás buscando ese cambio de perspectiva, ese momento de reconexión con tu propio valor, quizás sea hora de comenzar tu propio proceso.